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La meditación es tan simple como sentarse en silencio a sola y no hacer otra cosa. Es tan sencillo como observar una puesta de sol o la llama de una vela. Todo aquello que consiga que tu mente esté atenta y enfocada servirá para meditar.

Meditar es tan fácil que la mayoría de las personas no pueden creerlo y se dificultan la vida intentando hacer cosas extrañas al sentarse a meditar, por lo que en ese momento es cuando lo complican. Por tanto, se puede decir que meditar es simple, pero lo difícil es conseguir ser simple.

Existen varios errores muy habituales que aparecen cuando se intenta meditar y que convierten la meditación en algo más difícil de lo que es en realidad.

¿Qué no debes hacer cuando meditas?

Poner la mente en blanco

Es posible que algunas personas piensen que meditar consiste en poner la mente en blanco. Es algo que suele escucharse frecuentemente, pero no es cierto. Simplemente porque mantener la mente en blanco es algo imposible. Nuestra mente siempre está activa, en algunas ocasiones en exceso, por lo que vaciarla por completo es prácticamente imposible.

En realidad, la meditación consiste en intentar que la mente permanezca quieta y enfocada en un punto concreto de atención. Al intentarlo, comprobarás que los pensamientos se evaden de un lado a otro, al futuro y al pasado.

Los pensamientos son como niños pequeños, curiosos e inquietos. Por ello, la meditación se basa en atraer los pensamientos todo el tiempo hacia tu punto concreto de atención, siempre con cuidado, como se haría con un niño pequeño.

Pensar que lo estás haciendo mal

La única forma que existe de hacerlo mal es meditar pensando en que lo estas haciendo de forma incorrecta, poniéndote nervioso y abandonando.

El simple acto de hallar un momento para ti, en silencio y a solas, y utilizarlo para meditar, es un acto de amor hacia uno mismo, una forma de cuidarse y un paso en el proceso de conocerse a sí mismo.

Es normal que la mente se disperse y se evada todo el tiempo a otros pensamientos. Darnos cuenta de que nos hemos desviado del objetivo, no es sinónimo de fracaso en la meditación, sino que estamos haciéndolo bien y esto es porque, cuando notamos que estamos en otros pensamientos, fortalecemos nuestra atención.

Al darnos cuenta de que estamos dispersos y volver otra vez a nuestro objetivo de meditación, estamos entrenándonos en la consciencia plena (conocida como mindfulness).

Mantener posturas rígidas

En relación a las posturas en la meditación, lo más importante es que no haya bloqueos en el flujo de la energía a través de la columna vertebral. No se debe estar en torsión, en extensión ni en flexión.

Hay profesores que indican que la postura correcta para la meditación es estar sentados en un zafu, con la espalda erguida. Por otra parte, otros recomiendan que no se use. En el estado zen, la meditación se hace caminando. Es más, hasta puede meditarse tumbado.

Por ello, lo importante es tener una postura distendida y que la columna vertebral mantenga su curvatura natural.

Respiración forzada

Observar la respiración y controlarla son cosas diferentes. En muchos lugares, la respiración se usa como un elemento de meditación. Sin embargo, no significa que se deba controlar o forzar la respiración, ya que para ello ya están los ejercicios de pranayama.

Es posible que no sea fácil, pero en la meditación tiene que observarse la respiración sin realizar modificaciones. Es decir, hay que permitir que fluya de manera tranquila y naturalmente.

Controlar el tiempo

Mirar la hora al empezar y al terminar la meditación se puede hacer para comprobar cuánto tiempo has estado meditando y conocer tu progreso, pero cuando se empieza hay que olvidar el tiempo. Ya no es algo esencial, tienes que permitir que ese tiempo desaparezca.

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